Mi suicidio
A mi edad, 23 años, muere Ian Curtis, uno de los grandes genios que ha dado Inglaterra en los últimos años, si no el último. Son ya casi 25 años de frío, Mayo 18: 25 años de camas heladas que adolecen en el registro de su voz, ya muerta antes que él. No logro conciliar conmigo mismo. Imposible acudir al recuerdo de una vida pasada que aún no alcanzo. Curtis se ha violentado a sí mismo 2 meses antes de sus 24 años. Y a estas horas del calor, qué significan las fechas si no números que no cuentan sino como espacios vacíos? Ya no estamos todos. Todos hemos ido y ni uno ha regresado. Por qué su muerte me aparece sustancialmente competente con mi edad? Supongo que es el sentir universal en todos los casos. Si cumplo 34 he muerto como Cristo, pero mi carne vencida se mantiene desvencijada en mi aliento. Intuyo cada día la conmemoración de la muerte de un grande que se impersonaliza en las horas en que nos volvemos simios. He visto una película pésima, Godsend, con Robert De Niro, que daba razón de este fenómeno sensitivo: Un niño clonado de la información genética de su antecesor muerto a la edad de los 8 años lo supera y lo trasciende… pero sólo en edad. Luego, qué significa vivir más allá de ese tiempo? Traspasar nuestro propio tiempo no es de alguna manera pecar en contra de nosotros mismos? Otra vez ese horrible presentimiento deontológico que clama la muerte hace tantos años en mi infancia? Y todo el recuerdo de esa niñez lo fue, hasta el momento en que supliqué a Dios llevarme en su seno y separarme de esta vida y sólo sentí su inflexible mirada de reproche. Deborah Woodruffe, posteriormente Debbie Curtis, hace una Inscripción en cualquier sepulcro: Love will tear us apart. Es un rezago del sentimiento desvastado, separación, niña por medio, epilepsia cósmica. Tengo el espíritu y en ocasiones siento el decaer de mi propio cuerpo, como el modo en que se avecina este fantasma frío hacía mi hombro. Alguna muerte viva dentro de mí seca mis impulsiones clásicas y las retorna a un punto derivado del universo en las cuales mi identidad se encuentra totalmente transformada. La gravedad se acelera con la sangre apestosa que rebasa mi enojada boca, 23 años durmiendo en cavidades ajenas. Hasta un aliado tendría muchos más derechos que yo en esta casa que me aprisiona en sexos cadavéricos y atrofiados. Hastiado de los placeres humanos y sin remedio de otros. Días en que entran esas nostalgias de haber tenido el futuro primero: haber sido el primero muerto y luego degollado, tanto fantasma altibajo que devana las amistades de un río que sangra noches enteras en búsquedas de una belleza fetal como ella sola era.