Monday, March 28, 2005

GORDO

Luis, el hombre que no cabía de lo gordo, ni de lo pesado, ni de nada, reflexionaba:
'Estuvimos ambos en un mismo espacio, fuimos uno.
Estuvimos ambos en un mismo tiempo, fuimos uno.
Somos uno y no entiendo qué significa no serlo'
No existe tal cosa como un tiempo y un espacio indiscriminado
si ambos están en choque y contradicción
cómo quieres no tomar partido.
Qué tristeza,
si al final todos nos enteramos todo:
una terrible invención de nuestra pereza.
Imposible ir más allá, dijo Uno.
Imposible ser condicionados, dijo otro.
Pero Luis, que no cabía de lo gordo,
tornaba pálido como cero:
Agotado discierno mejor.
Hemos vivido del recuerdo de días que jamás pasaron. Se concentraron en la pipeta pero nunca en la madrugada que los iba soslayando como crines consumidos en el viento espectral de la zona pútrida. Hasta este punto hemos llegado. Marilyn en las mañanas se pone sus vaqueros, el rayo del sol con sevicia le razga sus ojos rayados. Rojos de padecimiento y pasión, recoge la mierda con que el gordo le ha pagado. Se aflige como una puta que anda por frases sin ser encontrada en sí misma, como un sexo fortuito y pagado. Una vida que se condena y juzga, sin esperar más que el beso asustado y candoroso del marinero que viaja por océanos y valles a su encuentro. Es la nostalgia prostituida de una mulata despreciable aquella que abarca la amargura en el rostro plebeyo de Marilyn sin su Brasil al lado. En Brasil las cosas fueron diferentes, siempre distintas. Ella, reina y ama de la casa. Ella, el calor de la noche y los días que albergaban la humedad del noble cuartico en que hacía las delícias del fascinante Marinero. Me parece llorar y quedar ciego. El mundo no dispone más para mí, sin otra historía que la de su propia desintegración en renuencia sosobrada. No hablar más fue lo que tuve en esos días en que ella se prostituía por la sed del Marinero, con boca siempre salada y ojos siempre brillantes, a la expectativa del sabor de sus pechos homosexuales. Una fuerte ruina en su boca nos hace pensar que tiene algo más que ocultar delante. Él andar de muerto lo delata, abre la noche y parte al momento más oscuro de la ciudad. Todos sabemos a qué va a su encuentro: demonios y prostitutas le reciben, lo horrible es su compañia, confluye en gritos y espantos, danzas espasmodicas que se conciben como ritmo y convulsión.

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