Saturday, February 05, 2005

Luisinho en Cuba

Días absortos en la embriaguez absoluta de la samba y el licor. A veces, otras cosas. Entre esas cosas, el consumir la restricción de Occidente. Y este consumo se consumió a sí mismo. Depelastró: como el alacrán que se inyecta su propio veneno en su espalda. Entre esas cosas, el Demonio. Ese día fue extraño. Escribí esta historia: Luis, quedaba H en el medio, casi somnoliento... Escribía la muerte de mi amigo: lo mataba irresponsablemente con palabras que se consideran inofensivas. Escribir es una tarea peligrosa y criminal. Luego, la noticia. No lo podía creer. Y llovía a cántaros, y en esta ocasión era cierta la metáfora. Tomaba cerveza con otro diablo, y el Demonio lloró sobre nuestro techo. Tuvo la delicadeza de retirarnos a justo tiempo. Un mensaje especial desde el cielo y nosotros lo codificamos. Ago rondaba en esos días y el cielo reclamaba sus demonios.
Él me decía:
Nunca viajes con alguien que no ames
LUIS EN LA ISLA DE CUBA.
En Bahía Cochinos ella veía el azul profundo reflejado en los ojos nostálgicos de Marilyn y ya no pensaba en más que amarlo cada día más y más. Nelson Calogero aparecía al horizonte, cuerpo radiante, espalda firme, morenazo en toda su expresión, ojos carmelita como los que mataban a Laura y la sonrisa de un Dios cubano en exilio ancestral. El almirante Nelson, famoso inglés contrincante decimonónico de Napoleón, no podía imaginar siquiera un sucesor más digno de llevar su nombre que este conquistador rompecorazones. Invádeme mi amor como lo trataron de hacer los gringos en los 60's, luego te canjearé a los tiburones y mañana serás mi tirano Eisenhower. Las cuatro gaviotas hermosas perdidas en alta mar van rumbo fijo hacía los ojazos introspectivos de la fortaleza Calogero. Qué pomáricazo el que se arman las pecuecas al ritmo de la salsa y los fulgores atlánticos a sus espaldas!. Suspirando los pájaros andan por la Picota en la Habana Vieja como la fantasía de las indecentes de pescar un Hemingway desafiante que calme las tardes al ritmo de una embriagante prosa. Guantánamo para nuestros más leves crímenes de amor y otra mañana que nos destrozaba el alcohol de la noche pasada. La samba seguía en la sangre de su mejor amiga y el sincretismo digital le sentaba tan bonito que nada tenía que contrarrestar sino enriquecer junto los hermosos chicos miserables de la Cuba enclaustradora. Camajanes irresponsables y viciosas junto el rabo de almirante Nelson en un baile desenfadado por comprender la isla de sus sensaciones explosivas. En Le Select club las jiribillas se desinhibían y danzaban al son de los morenos que les cargaran el ritmo apasionante de una zona inhóspita del mundo de la cual provenían: mensajeras de la profanación y maestras del pecado. Ellas van por un camino y saludan a los dueños de la casa. No sin antes robarlos, violarlos, ultrajarlos y despotricar cuales nenas traviesas de José Martí. En el malecón a Luisinho le entraba la nostalgia y estallaba en llanto: es el pinchazo del abejorro chico, no te preocupes, no es tan grave. Severas travestis rellenas de Max Factor piña ratón listas para compaginar en personales lugares solitarias y tan distantes que extrañaban la luz que perdían en los reflectores de los edificios republicanos. La calva presente en el revoloteo de las colibrís extranjeras les miraba insolentemente con esa pizca de morbo corroído en su eterna semiología de la tristeza en París. Pierdes la respiración y estás nadando en el delirio de miles de voces rebeldes de una étnica sumergida en el grito de un Changó de la humillación en la ausencia absoluta. Charadas totalmente truculentas que alguien le roba al cosmos oriental de los paisajes hirviendo en flor de loto. Otra vez el baile, Obatalá en el medio de la pista se posa frente a los robustos hombros de Nelson y le propina un beso de misericordia. En La zorra y La Cueva el mundo era una esfera de disco de los años setentas y entendías que todos habíamos pasado por el mismo proceso evolutivo del abandono y la angustia en correlato a una euforia improvista de nuestros corazones extraviados. Laura se soltaba el pelo, soltaba el pencil y ahora dibujaba formas más claras con sus delineados brazos de Medusa tropical. Su mejor amiga obscena vomitaba en el baño y comprendía que el hígado no se mejoraba mucho, que era hora de parar el baile: que era hora de reposar y descansar bajo tierra. Marilyn comprendía la noche y el día en su indiferencia cierta y el breve olvido de sí que le propinaban estos bailes desaforados en noches calurosas de orgiásticas predestinaciones. De vuelta al Neptuno Triton hacían sonar a dimensiones gigantescas el Global Underground de Dave Seaman y el baile del universo era uno junto ellas, las dobles, las maricas dobles: las travestis: los hombres despojados del centro. Luis quedaba H en el medio, casi que somnoliento moría en las largas jornadas cubanas y paganas de un triangulo bermudisticamente jodido junto sus arrécimas amantes. Partían a Cienfuegos y en el castillo de Jagua las cosas no iban mejor, la llamada de los Babalawos exhortados no les daba ninguna tregua entre sus sacrificios en escarnio. Otórgame sabiduría y respeto.. Ofréndame al tórax de Nelson, colgame de los bejucos, respírame como un soplo de porro jamaiquino. Un amor real es como vivir en aeropuerto: Un desarraigo concreto es el aeroplano del tiempo negro. No es la memoria sino un retazo de despedidas en el Camaguey y la firme certeza de no posar los píes jamás de nuevo en este sacro lugar. Adiós Cuba, nuestras niñas ya murieron lo suficiente en tierra y aguas tuyas.

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